Esta fecha está presente en mi mente, como pocas, recuerdo todo lo sucedido aquel día. Era una mañana fría con olor a invierno, cielo blanco, pocas nubes, neblina desvaneciéndose al acercarse el sol de mediodía. Estábamos en la Facultad, motivo: examen profesional de mi amiga Karina. Las 9:00 a.m, 9:15 llegué, te vi y con una sonrisa agradeciendo la compañía, entramos. Éramos pocos, y amigos de la facultad contados, estabas tú que apenas la conocías, conmigo que mucho me precedías.
Atentos, en nuestro lugar, aquel mismo donde nos conocimos un 14 de abril en el examen de otro buen colega, observábamos. Mientras comentábamos la imprudencia de cierta sinodal y sus terribles alusiones a la Ibero, el nervio del interrogatorio, y así el tiempo de espera para el veredicto: aprobada, un par de goyas y muchas sonrisas.
A la salida, el festejo, un desayuno en Perisur, al cuál dijiste lamentabas no poder ir, pero más tarde querrías encontrarme para un café, a lo cuál respondí no sería posible pues mi madre me esperaba en casa para comer. Así nos despedimos, yo corriendo para alcanzar a los comensales, y tú varado con tu mirada llena de palabras, de la cual sólo salió un: te hablo después, entonces.
-Ok, pero hoy no puedo, mejor otro día, va...corrí.
***
Mañana crepuscular, rápida y solitaria. Comíamos, y con la mala costumbre de sobreponer en la mesa el teléfono celular, sonó la melodía conocida:
-Hola, ¿Dónde estas?-
-Mmm, donde te dije que estaría, son las 12, y a las 11:30 te dije que aquí estaría...¿Por?
-No nada, yo también todavía estoy acá
-Puedo imaginarlo puesto que no han pasado más de 30 minutos de que nos despedimos, jajaja-
-Si, mmm...-dijo con duda y dio paso a un silencio de 18 segundos
-¿Qué pasó? ¿Ya terminaste? ¿Quieres venir? Todavía no ordenamos por si quieres venir- dije con atropello ante el incómodo silencio
-No, todavía estoy ocupado
-Entonces...?, mejor llámame cuando termines, igual nos alcanzas porque aquí se están tardando mucho, y eso que no hay gente- dije mientras observaba a la mesera que aún no nos tomaba la orden.
-Si, voy a apurarme
-Ok, suerte, qué termines pronto y me llamas, ok! y colgué.
Entré a la plática sobre los devenires del examen, la emoción.
- Uuuu, ¿Quién era?
- Alfonso- dije con una mueca de extrañeza
-¿Nos va a alcanzar?
-No
-¿Entonces?
-Bueno, no entendí- reí...sólo me dijo que si estaba aquí, no entendí tampoco la llamada, jejeje.
-Uyyy, Adri
Me sonroje y contesté: - No, no, no es nada de eso. Creo que quiere que le ayude en algo de la tesis, quiere platicar...pero no me dijo nada, jejeje. En fin, ¿Qué tal la...?
Llegó la comida, la bebida, el reloj a las 1:30 pm.
-Hola ¿Qué onda?
- ¿Sigues allí?
-Sí
-Oye, vamos a tomar un café
-¿Ahorita?...no puedo, ya te dije que tengo que llegar a comer con mi mamá
- Bueno, es que...bueno...
-otro día, si quieres, o ¿Qué pasa?
-Bueno, es que quería darte algo
-Ooo, mmm
-Te puedo alcanzar allá y te llevo a tú casa
- No, cómo crees!! Ni que fueras mi chofer, no, no, no, Imagínate de Perisur hasta mi casa, si quieres aquí te veo, mejor y ya vemos
- No hay problema, te llevo y así platicamos en el camino
- Mmm, pero de verdad es muy lejos, es una locura, toda la vueltota.
-No importa, te veo en Perisur
-Está bien, pero ya vamos de salida porque Karina va a un sepelio en Cuernavaca, te veo en la salida de Liverpool, ok.
Minutos después, tu auto estaba justo en la puerta que salí , me acerqué y pregunté si podríamos darles ray al metro a dos amigas de Karina. Dijiste que sí y emprendimos el viaje. Insurgentes, vuelta, derecga, izquierda: el metro. Adiós a las amigas de Karina y seguimos la odisea hasta mi casa...silencio, demasiado, palabras, a cuentagotas...risas y miradas, el festín.
Eje 4, metrobus: Andrés Molina Enríquez.
- Abre la cajuelita
-¿Aquí?
-Sí, pásame esa cajita naranja
- Gracias...qué lindo- dije al instante, y me apresuré para abrirlo
-No, no, no lo abras-
Mmmm, no entiendo a las personas que obsequian algo y piden que no lo abras; o aquellas otras que se ofenden si no abres el regalo e incluso si no sonríes al abrirlo...me gustan las sorpresas, pero los regalos siempre me generan esa sensación de compromiso con el otro....en fin...no lo abrí y cambié el tema, cosa que no pudo ser porque enseguida dijiste:
-Te quiero, me gustas y...
-Otra vez A..., pero si ya habíamos hablado de esto, ¿recuerdas?
-sí
-¿Entonces? Bueno, fue hace tiempo pero te dije que conociéndome se te quitaría la sensación de gusto y eso qué dicen sentir las personas cuando me conocen...ya sabes soy muy sociable, la gente a veces confunde...
- No, no, ya sé, pero precisamente por eso...ahora que te conozco más, me gustas más, me gustas mucho
No supe qué decir, mi involuntaria reacción de salir corriendo cuando de amor me hablan, no supo qué decir y menos qué hacer...comencé con un extraño soliloquio justificando cada una de mis acciones y la pertinencia de permanecer así, sola. Así comencé por atropellar un par de frases como: A veces es mejor mantener a las personas así, con un amor lejano a la pertenencia, eso es el amor, compartir y yo comparto contigo diario; no sé, a veces, la forma en que yo veo el amor y todo lo que de él nace es muy diferente a la que se vive en el mundo...; no me gusta la forma en que las personas siempre quieren estar con alguien y tener a alguien como posesión y si eso no se da se alejan como si nunca se hubiera hablado de amor; soy cuidadosa porque ¿sabes? todos los novios que he tenido han resultado afectados después de separarnos, eso no me gusta...así, argumentos e ideas cada vez más torpes que más que alejarme de aquella situación me mantenían correteando mi cola cual perro.
El soliloquio paro justo cuando te introdujiste en el carril del metrobús, grité, diste reversa y estábamos ahora sentido contrario en una calle dónde todos los autos nos pitaban...¿Qué pasó? no manches, cómo hiciste eso, te pasas...No me di cuenta, dijiste...Si, me imagino que no te diste cuenta, jaja, pero claro si manejas viéndome en lugar de ver a los autos, no esperaba menos, señalé y juntos reímos como para acallar las palabras vertidas previamente, pero el regalo estaba allí, en mis manos, manos nerviosas vistas por tus ojos tardos.
Vuelta a la derecha, Laurel, llegamos. Te vi, te agradecí y no dije nada más; Me viste, me escuchaste y te fuiste. Sin palabras más, quedamos como al inicio, en ese "encontrarnos", fluir y amar sin pensar en poseer, ser sin miedos y vergüenzas, estar infinitamente.
¿Qué había en aquella caja naranja?...¿Que no había?...