martes, mayo 25, 2010

Pensamientos en un vaso de agua

Pasaba la tarde, cotidiana, como tantas otras, reducidas a la rutina, al calor agobiante de los rayos del sol, el dolor de pies después de atravesar la ciudad, donde el llegar a casa era el único pensamiento presente y sano dentro de la odísea de maldiciones durante el largo trayecto de la universidad a la casa.

La puerta, presentada como la meta, resultó el preámbulo de una segunda prueba, el lograr llegar hasta su recámara librando los embates y reclamos de los congéneres con quienes habitaba aquel cuarto de escasos 45m...lo logró, estancó su débil y sudoroso cuerpo en el sillón, un sólo giro bastó para que sus ojos ciñeran un sueño profundo.

La tarde caía, larga como aquellas tardes de verano, donde la carrera del sol se agotaba a las 8 de la noche, bajo esta escena cayó en un sueño profundo. Al despertar buscó el teléfono de G. con quien había acordado tomar un café más tarde, cuando la noche se encontraba en su inicio tomó el teléfono y marcó. Al primer intercambio de saludos, éste afligido interpeló: "¿Cómo te sientes?, ¿Estás bien?, ¿Te hace falta algo?"...sin oportunidad de responder y no comprendiendo su ávida preocupación...G. continuó: "llevo horas marcando, me tenías angustiado, pensé que algo te habría sucedido"...No entendía nada aún de aquellas apesadumbradas palabras que taladraban su parsimonia.
-¿Qué pasó? No es para tanto, no olvidé lo del café, nos vemos donde siempre, ¿no?
-¿Pero es qué no te has dado cuenta?- replicó G.
-¿Qué cosa...?
-¿No has visto nada?
-¿Qué habría de ver?-dijo con sarcasmo, enseguida rió y se asomó a la ventana como siempre lo hace cuando quiere despabilarse y busca contagiarse de nuevo de ese ritmo citadino después de un largo sueño.
Enseguida, comprendió, no era capaz de describir lo que sus ojos tenían como "panorámica", nada de lo conocido era ya. La vista era irreal, desastrosa. Regresaron como torbellino los relatos de su abuelo, cuando le contaba que vivir por el canal de la Viga, era estar ya en las orillas de la ciudad, de cómo paseaban en embarcaciones pequeñas por los canales de La Viga, Churubusco, el Viaducto, constantemente esas imágenes se agolpaban y pensaba en cómo la ciudad de México distaba mucho de ser como Venecia, pues, tristemente, el desarrollo urbano voraz no le permitía seguir soñando, ni creer en las historias del abuelo por inverosímiles. En eso iban las cavilaciones, al ver la ciudad inundada, atascada en un marasmo de aguas negras, suciedad varia flotando, agua grisáceoverdosa golpeando los muros de los edificios con ahínco tal como si quisiera castigarles.
No observaba el fin de la fiesta. El agua aún seguía ahogando las calles, los edificios eran apenas perceptibles sólo por la azoteas, no se lograba distinguir nada más...ninguna persona, algunos automotores, sólo la furia del agua corriendo despavorida. Se espantó, cerró la persiana despavorida, después de unos segundos no resistió y abrió la ventana, quería salir. Se vio sola, tan sola que no tuvo tiempo de pensar en si había alguien más en quién pensar. Mientras G. en el teléfono intentaba relatarle lo que en un segundo su ojo había registrado, colgó. En ese instante sintió miedo, pensó en lo pronto que los muros podrían ablandarse y caer, temió quedar entre los escombros del derrumbe como una existencia más al vacío -pensamiento que siempre le invadía cada mañana y al cuál repelía repitiéndose que el estar aquí era una cosa entera de sentido por sí misma, y era una vacilada y pérdida de tiempo pensar en ello todas las mañanas, casi como pensar por qué respiramos-, aún así permaneció pegada a la ventana observando el terrible y atroz espectáculo.

Segundos más pasaron y el agua comenzó a colapsarse en un onda centrífuga, como cuando se estanca el agua, se destapa un agujero y todo escapa por allí, así, el agua succionaba todo a su paso, sintió como la fuerza se apoderaba de los objetos,y de ella. Vio su edificio desaparecer poco a poco, todo se derrumbó.
Y llegó G. Apareció en su auto color gris. Enseguida, G. le lanzó una seña y así abordó el auto con todo su pesar y odio reprimido, atrás quedaba el desastre. Guió a G. hasta salir a bocajarro de aquel sitio. Salieron por el atajo, y cayeron de nuevo inmersos en una corriente desconocida. Ya fuera de su casa pudo reconocer con mayor nitidez la magnitud de lo acontecido, y lo visto en su ventana y narrado por la radio era poca cosa a tal suceso, "terrible desastre..." decían en la radio cuando la velocidad de la corriente los jalaba al centro del abismo centrifugo, G. como pudo maniobró y libró el abismo, siguió por una vertiente y tomó el viaducto -aquel antes de agua en tiempo de los abuelos, ahora hecho concreto y vuelto agua de nuevo a fuerza de hecatombe, cual naturaleza avasalladora-. Así, a salvo en el auto de G., ahora convertido en barco, llegó al final...con el amanecer en la punta de sus castaños cabellos, y G. a su lado conversando a su nieta cómo eran esos tiempos de agua.

sábado, mayo 22, 2010

El olor secreto de las leguminosas


Cuando mi edad aún no era rebasada por el miedo y la vergüenza, y se arrojaba más a la experimentacion y práctica de los fenómenos más extraños, quise registrar en mi diario de olores la fragancia de unos pequeños gránulos rojizos y moteados que pomposos contrastaban con otras bolitas de color ámbar y sepia que veía salir de los costales del tianguis que cada viernes recorría de la mano de mi abuela.


Esos extraños gránulos de color rojo encendido me parecían tan extravagantes compartiendo escenario con los frijoles, lentejas, habichuelas, judías, garbanzos y demás granos. Su color atrayente como el carmín de los labios jaló mi nariz hasta el costal donde se encontraban brotando cual fuente. Ese día, miré a mi abuela, luego al vendedor, viré mi cuerpo dando la espalda a los atrayentes bultitos rojos y tomé uno mientras de frente sonreía al vendedor.



-Gracias marchanta, buena tarde.
-Gracias joven- contestó mi abuela

Gloriosa guardé mi trofeo en el bolso de mi chamarra, y tomé de nuevo la mano de mi abuela. Seguimos el clásico recorrido, las verduras de Doña Juana, los tlacoyos de la "indita", la fruta y la naranja dulce de Don Pepé, "las cosas del otro lado" de Doña Irma, mientras de puesto en puesto sonaba "...I just wanna just your love tonight..." con su melodía repetida y ritmo pegajoso.

El sol típico de tardes ámbar completaba el festín con su rayos quemantes, y ese calor intenso que provoca escozor y sudor en los cuerpos, y a los 20 minutos de recorrido nos tenía exhaustas. Caminamos de regreso a casa. Se veían los torsos joviales cubiertos de playeras guangas y coloridas amoldadas por pantalones a la cintura caminando por el parque, pasamos a la recaudería, por el pollo sin pellejo que le gusta a mi abuelo y las tortillas para la comida.

Ya en casa, corrí al traspatio y saqué con un fervor inusitado el granito rojo, mi trofeo, explorando su forma lo mordí, lo rodé por la alfombra hasta embelesar mi púpila, tanto que lo cogí y lo acerqué tanto tanto que quise olerlo.

Me parecía que su olor era nulo, poco atrayente, decepcionante, todo aquello maravilloso que provocaba a las púpilas en mi olfato se desvanecía, me entristecí de tener un simple frijol color rojo. Intenté por última vez registrar su aroma, fue tal la aspiración que el gránulo quedó en mi nariz.
Traté de sacarlo sin éxito. Ya sin ánimo, decepcionada y con ese frijol en la nariz, preferí dormir pensando en que era un castigo por haberlo tomado sin permiso y que tal vez con el sueño y la presión de mi rostro con la almohada, éste saldría y al despertar la lección y el castigo por robar sería sólo un mal sueño. Pero no fue así.
Mi mamá que siempre ha sido de esos seres de resultados, no de procesos, sabía no entendería nada de la historia si le contaba, así que preferí ahorrarme la historia y el regaño también. Dos días después, una especie de vello me irritaba tanto que me impedía respirar.
Esa noche, mientras mi mamá secaba mis pies vio algo extraño, y tuve que confesar lo que había pasado, pues ya no podía soportar el cosquilleo en mi nariz. Había germinado. El hermoso y reluciente gránulo rojizo tan bello, era ahora parte de mi, era un asqueroso frijol naranja con un hilacho asomándose en mi nariz.

Desde ese día, dejé las cosas bellas sólo a la contemplación. Desde ese día supe que el aroma de la belleza era una cosa poco trascendente...

lunes, mayo 17, 2010

Palabras estacionales

Palavras:
  • Absinto: Pequenha erva aromatica européia.
  • Verâo: Estaçâo de tempo em que o sol esta abaixo do horizonte. As noites sâo mais curtas no verâo.
  • Noite: No sentido figurado sofrimento, tristeza.
  • Explosâo: Comoçâo seguida da detonaçâo e produzida pelo desenvolvimento de um gas.//Detonaçâo.// Manifestaçâo viva é súbita.
Nesta noite do verâo irradia baixo os efeitos do absinto uma incesante explosâo do amor, desejo, paixâo. Tenho muita saudade de teus olhos avermelhados, mais neste estado, neste muito tempo que durou a explosâo, sou feliz no mar de absinto dos paisagems azuis e verdes...

lunes, mayo 10, 2010

Amo...

Odio la bandeja de borradores esperándome, odio mi falta de candor, no soporto el sorber de los comensales desesperados, me fastidia oir pláticas quejumbrosas, me molesta que me interrumpan, me incomoda que me pregunten cosas, me abruma el trato con las personas...
Amo el extraño amasiato de la naturaleza y los animalitos nocturnos cobijándome, amo mi sobrada pretensión, me muero por encontrar el sendero de las pasiones desbordantes y placeres dionisíacos y compartirlo con my soul, me fascina el color, las letras y la música enmarcando las escenas de mi vida, me gusta oler y observar paisajes, me encanta el helado beso de ángel y pétalo de rosa, me embelesen los sonidos y el cantar de las aves, quiero a todo aquel que ama con intensidad, me agrada el encuentro más que la búsqueda.
Odio y amo. Me agrada el encuentro dentro de las dualidades.

martes, mayo 04, 2010

Tons', ¿Pa' que empiezas?

Como en la gran mayoría de las reuniones familiares, sobretodo en aquellas en las que se celebran a los más grandes de la dinastía, surgen las conversaciones sobre "cómo era antes tal o cuál cosa", "cuando eras chiquito, yo te...", "Se acuerdan cuando...", etc, etc. Sucede que mi memoria siempre ha funcionado de una manera caprichosa, pues acostumbro olvidar gran parte de lo vivido y suelo recordar las cosas más simples o eventos graciosos, como: palabras mal dichas, sucesos de pena ajena, caídas, colores o formas, olores, e incluso sueños relacionados con las personas. Ello me hace ferviente oyente de conversaciones que versan en situaciones en las que supuestamente participé. (De no ser por la libreta que cargo afanosamente, mi cámara fotográfica y mis recortes, no sé que habría sido de mí, o mejor dicho no sé cuántas veces más bajo el ensayo y error, seguiría dando vueltas tras mi cola -claro, aún con toda esta metodología y pseudodisciplina de registro "caigo en los mismos errores", diría José Alfredo-).

Y así, mientras subía el straplees de mi vestido para no caer en la indecencia y vulgaridad de los ojos ajenos, mi abuela me llamó para presentarme a sus compadres:

-Mire, a mi nieta
-Wow, qué grande, qué linda está, ¿ya cuántos años tiene?- decía, mientras me incomodaba ser el centro de ese discurso lleno de halagos y galantería, cual niña buscaba afanosamente salirme de allí
-25, ya. Qué rápido, ¿no?

Y así transcurrieron un par de minutos, y enseguida ante mi cara de hartazgo y desconocimiento de los seres que se dedicaban a halagarme, contaron:

Cómo me acuerdo de esta muchachita, desde chiquita con su carácter y tan abusada. Sonreí, por supuesto. Y continuó:
Jeje, cuando jugábamos a que le ponía retos; y corría y se apuraba para llegar a dónde estaba ya con sus planas hechas o con lo que le había dejado hacer. Y así se la pasaba hasta que me cansaba y le decía que era su recreo...pero nunca se me va a olvidar cuando me dijo que ya eran muchos recreos, y le dije que esta era una nueva escuela, ella me contrapunteó diciendo que no había tantos recreos en la escuela...y cuando le confesé que ya estaba cansado, para finalizar su argumentación con un encono de enojo, me dijo: Si no vas a jugar bien, entons ¿Pa' que empiezas?

Cuando escuché esto, la risa me invadió pero la contuve y sólo salió un torpe graznido. Y pensé, ¡Qué sabia niña, caray! Aquella que tan sólo con un "Si no vas a jugar bien, entons ¿Pa' que empiezas?" acompañado de un ceño fruncido decía todo, y no obstante con ello, se alejaba con la ligereza de no comprender el mundo adulto y de no interesarse en comprenderlo...se alejaba feliz tomando sus juguetes...y seguía corriendo por el sendero.