Aquella madrugada ella se empecinaba por observar, descubrir cómo era ese todo en el que él se movía tan pomposo. Después de un par de tragos, brindis y bailes a ritmo de norteño con sombrero en mano y toda la alegría a flote, aquel él que no era él, le dijo:
-Le gustabas mucho, sabes.
Ella observó en silencio, en espera de más palabras, aquellas que sabía le compartía a él mientras veían pasar chicas en aquella esquina de la Facultad.
- Se moría por besarte, abrazarte.
Su cara tomó un semblante de asombro al escucharlo pues nunca imaginó que pudiera haberle dicho aquello, por lo mucho que él guardaba aquellas formas.
Y continuó:
- El decía que no eras así guapísima pero le gustabas mucho, le gustaba cómo eras. Te quería- sentenció.
Sonrió, y enseguida asomó el par de surcos laterales que se forman cuando su sonrisa es extensa, a la vez sintió que un extraño frío corría por su pierna derecha, asumió que tal sensación correspondía a una especie de asimilación del hecho a través de ese otro, y también un poco al ventisco propio del amanecer al borde de la piscina.
-Cuando él me contaba, yo le decia: Pinche vieja no te da nada.
Rió con mayor resueno que los pájaros que anuncian la mañana con su cantar.
Continuó:
- Pero, me da gusto saber que sí sentías esto, yo te digo lo que sé, lo que a él le hubiera gustado Lo sé porque me lo dijo.
Ella observó con mayor asombro cada detalle de aquella mañana, la forma en que clareaba el cielo, la forma en que el viento les envolvía en aquella plática, el canto de los pájaros resonando un canto muy parecido al de él...de golpe una segunda voz intervino:
-Ya no hablen del susodicho. Ya no está- inquirió con cierto pesar.
-No pasa nada está bien- defendió ella por primera vez en toda la noche, con su semblante apacible y nostálgico.
- Wey, yo sólo digo lo que él me dijo, de lo que sé que él quería- dijo con encono el de la primera voz.
-No pasa nada. Está bien, no hay problema, yo me siento tranquila. Y si, aunque pudo ser diferente y hubiése querido...estoy tranquila porque disfrutamos mucho.
-Y bueno, ¿Por qué no tienes novio, wey?
-Soy rara- respondió ella al no encontrar una razón de peso.
-A poco si bien pinche exigente-
-No, no es eso, pero está cañón encontrar a alguien. Y bueno, ahora más.
-Uyyy-
-Bueno, ahora siento que nadie llenará el espacio. Y antes él sabía, el sabía lo que había aquí.
-Me da gusto escuchar esto, que lo que hizo ese wey si llegó-dijo con gran emoción, con cierto brillo en los ojos, brillo radiante, de felicidad.
- Es difícil ahora sabes, mi corazon se fue allí- sentenció ella con cierta desazón.
- Yo digo lo que ese wey me dijo, te quería un buen, le gustabas mucho- dijo con aquel semblante de quien no entiende que es esa cosa o detalle único que la persona ve en el otro, en este caso él a ella.
-Le gustabas mucho, sabes.
Ella observó en silencio, en espera de más palabras, aquellas que sabía le compartía a él mientras veían pasar chicas en aquella esquina de la Facultad.
- Se moría por besarte, abrazarte.
Su cara tomó un semblante de asombro al escucharlo pues nunca imaginó que pudiera haberle dicho aquello, por lo mucho que él guardaba aquellas formas.
Y continuó:
- El decía que no eras así guapísima pero le gustabas mucho, le gustaba cómo eras. Te quería- sentenció.
Sonrió, y enseguida asomó el par de surcos laterales que se forman cuando su sonrisa es extensa, a la vez sintió que un extraño frío corría por su pierna derecha, asumió que tal sensación correspondía a una especie de asimilación del hecho a través de ese otro, y también un poco al ventisco propio del amanecer al borde de la piscina.
-Cuando él me contaba, yo le decia: Pinche vieja no te da nada.
Rió con mayor resueno que los pájaros que anuncian la mañana con su cantar.
Continuó:
- Pero, me da gusto saber que sí sentías esto, yo te digo lo que sé, lo que a él le hubiera gustado Lo sé porque me lo dijo.
Ella observó con mayor asombro cada detalle de aquella mañana, la forma en que clareaba el cielo, la forma en que el viento les envolvía en aquella plática, el canto de los pájaros resonando un canto muy parecido al de él...de golpe una segunda voz intervino:
-Ya no hablen del susodicho. Ya no está- inquirió con cierto pesar.
-No pasa nada está bien- defendió ella por primera vez en toda la noche, con su semblante apacible y nostálgico.
- Wey, yo sólo digo lo que él me dijo, de lo que sé que él quería- dijo con encono el de la primera voz.
-No pasa nada. Está bien, no hay problema, yo me siento tranquila. Y si, aunque pudo ser diferente y hubiése querido...estoy tranquila porque disfrutamos mucho.
-Y bueno, ¿Por qué no tienes novio, wey?
-Soy rara- respondió ella al no encontrar una razón de peso.
-A poco si bien pinche exigente-
-No, no es eso, pero está cañón encontrar a alguien. Y bueno, ahora más.
-Uyyy-
-Bueno, ahora siento que nadie llenará el espacio. Y antes él sabía, el sabía lo que había aquí.
-Me da gusto escuchar esto, que lo que hizo ese wey si llegó-dijo con gran emoción, con cierto brillo en los ojos, brillo radiante, de felicidad.
- Es difícil ahora sabes, mi corazon se fue allí- sentenció ella con cierta desazón.
- Yo digo lo que ese wey me dijo, te quería un buen, le gustabas mucho- dijo con aquel semblante de quien no entiende que es esa cosa o detalle único que la persona ve en el otro, en este caso él a ella.
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