Sentir el aire correr, una multitud de pensamientos corriendo a la misma velocidad. No sé a dónde vamos, voy en el auto en el asiento de atrás cerrando los ojos, voy imaginando que este viaje es interminable. El automóvil rojo corre a más de 110 kilómetros, el conductor luce seguro de su destino, disfruta el tiempo; el copiloto disfruta de la bacanal que le ofrece la vista, el momento, la música...hermosa panorámica del mar. Yo sigo estando sin estar, sin saber a dónde llegaremos, pero si sé que no estaré.
El copiloto inquiere en mi mirada y determina mi no felicidad, me habla de aquel ser que conocí por él, me anima diciendo que a él le encantaría saber que estoy con ellos pasándola bien, extrae las palabras más bellas que jamás le he escuchado y las deposita al hermoso ser que era Alfonso. No había ocultado mi sentir pues la nostalgia llega pronto en esos tiempos de velocidad y aire, un par de lágrimas brotaron como la noche anterior en la que platicaba el copiloto sobre él.
En la playa me regala una mirada y esta canción:
...me duele tanto el llanto que tu derramas que se llena de angustia mi corazón...
Si yo muero primero, es tu promesa, sobre de mi cadaver dejar caer todo el llanto que brote de tu tristeza y que todos se enteren de tu querer. Si tu mueres primero, yo te prometo, escribiré la historia de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento; la escribire con sangre, con tinta sangre del corazon.
Llegamos, manjares y bebidas corren por la mesa. Una piña colada, la fantástica vista, esa sonrisa burlona de mi piloto que como me hace sonreír y disfrutar siempre. No dejo de mirar, me imagino como quien nunca ha conocido el mar, lo disfruto tanto...y recuerdo enseguida que desde hace un año no viajaba. Me siento feliz de estar allí, y poder llenarme del azul, del líquido, de la arena, del sentir de la mano que me acompaña siempre y me toma a ratos para recordarme que está allí, y alimentarme del pensamiento que me arropa con tanta candidez y amor.
Mi conductor me obsequia una pulsera que conservo con esa intensidad de los momentos fugaces y felices que he de recordar como un tatuaje. No suelo llevar nada en las muñecas espero ésta vez sea diferente y permanezca, me gusta su brillo, es un detalle hermoso, blanca como el coral y mi color en esta tarde.
Termina la canción y en mis pensamientos que corren al mar presurosos antes de la extinción del sol de aquel día, me queda esa sensación de plenitud, de comunión. Estoy donde quiero estar.