Honro a mis muertos. La muerte con su peculiar olor y sus indefinidas formas siempre me ha ayudado a superar las pérdidas, hace que el sentimiento más putrefacto sea generador de amor, paz y resurgimiento.
Soy asidua a visitar a mis seres en las temporadas en que el cielo con su soberbio azul ilumina y quema la tierra.
Soy asidua a visitar a mis seres en las temporadas en que el cielo con su soberbio azul ilumina y quema la tierra.
Hacer todo ello, me genera una conexión, un deseo de paz y de continuidad para con mis seres queridos adelantados en el camino. De ellos me alimento, y mucho de lo que generó es a través de esos sentimientos propios del adiós. Estoy llena de nostalgia y de su amor.
Notas (4.dic.08)
Y la muerte no es precisamente lo definitivo, el fin sino el momento, el presente. Cuando siento, cuando respiro, cuando me falta el aire, cuando mi corazón late acelerado...ese instante cuando sé que algo vivo se apaga, cuando ese extraño candor se desvanece-.
Lloro. El morir como un acto, un tiempo que sabemos marcará lo que sigue -llámese futuro (para efectos de planeación), el mañana (para los inmediatistas), el alud (para mí)- que es el preámbulo de la resurrección: el aprender.
En mi vida he muerto 3 veces: 2 espiritualmente -las más dolorosas- y una más que podría agregar por mi falta de cuidado. Nunca he sentido más dolor que en la primera muerte, de ahí mucho de lo que ahora soy. Difícilmente alguien podría mantenerse sano.-...Elijo seguir sola con mis muertes que alimentan de sobremanera mis sueños y en busca de más incendios que sé están esperándome...
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