sábado, noviembre 21, 2009

Estos días pesados...

Ya no puedo quedarme entre las sábanas, me levanto apenas un surco de luz atraviesa mis púpilas, corro de inmediato a la regadera porque a mí socorren presurosos todos esos momentos encapsulados. Apenas cierro los párpados y llueven los recuerdos, esos que teñimos con naturalidad, extrañeza y complicidad a lo largo de este tiempo. No concibo las mañanas sin tu luz, las tardes sin tu mirada, las noches sin tu risa...vivo un tiempo sin tiempo, no tengo apetito.

No me gusta el café y he bebido más tazas que nunca. Siento un enorme hoyo en el estómago, como y me queda un abismal vacío al estar probando estos manjares sin tus percepciones culinarias, antropológicas y andariegas. Dejo la comida a medio tiempo. Mis labios se secan y las lágrimas corren de nuevo y remojan estos labios cansados de comenzar a emitir las palabras ya dichas y que sólo tu solías comprender, era nuestro código, y así quedo desvanecida en un espacio donde mis palabras son otra cosa y no alimento.
No suelo tirar lágrimas y esconder sonrisas y ese acto me es inevitable ahora que respiro tu ausencia. Tú mejor que nadie sabe que suelo ser una "oda a la felicidad", como alguna vez dijiste, pero aunque no quiero entrar en el juego de la interpretación, creo escenarios y me duele.


Ahora puedo entender mucho de lo que dijimos bajo el halo y la calma que da el saber. Ahora entiendo esas "casualidades" que tanto adujiste y yo no entendía -puesto que te comías la mitad de las palabras-. Mientras entro al CELE, alguien dice en el estrado del auditorio "los malentendidos culturales son una dimensión oculta, están más en el decir que en el hacer", rió y recuerdo aquella vez que hablábamos al bajar del taxi y de todo el enredo discursivo, el dinero, el festejo en el King's pub y nuestras sonrisas finales.
Regreso, sólo un momento. Observo, asomo mi cabeza por la ventana del CELE, veo la biblioteca, me voy de nuevo a aquella tarde que jugábamos con Mariana en las islas de CU, y reíamos de las puntadas escritas en la pequeña tabla de puntuación. Regreso, debo apurarme para alcanzar la ventanilla en la que habrán de avisarme qué día presentaré mi examen profesional, después entregar unas hojas a la Coordinación, recolectar unas firmas; estudiar y leer para el examen final de portugués, y pensar en si me teñiré para recibir el reconocimiento del relato que mandé y obtuvo el tercer lugar...para ser sincera no tengo ánimo de ver a nadie...

Qué más da todo esto. Todo esto cambiaría por ese tiempo en el que gestamos mi tesis, tu tesis; vimos partir un par de personas; nos embelesamos con la música y la literatura -esa que siempre nos sacaba de los apuros y banalidades propias del ser social-...Mi Margites, una vez más la vida nos dio una de esas sorpresas que saboreamos juntos.

***
¿Cuánta complicidad pudo crecer en nuestros soliloquios? "soledades compartidas", dirías tú.
Se me hace un lugar inhóspito, sin ti.

Me quedo con esa sonrisa que siempre dibujabas al verme, con sus atenuantes en la versión mirada cómplice, de espera, coqueta y burlona en otras ocasiones. Y teñiré de magenta, por última vez eso que acordamos.

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