miércoles, julio 29, 2009

Amenaza

Entre el sudor y las sábanas arremolinadas desperté. El dolor de cabeza, efecto de la resaca de la noche anterior sucumbía las pequeñas certezas de lo que habría sucedido dentro de la pecera onírica.

2:00 a.m

El terrible zumbido no me dejaba. Logré entrar. Quién me recibió me esperaba con ansías. Me sujetó, y con esa voz severa, dijo:

- ¿Estas convencida de lo que harás con el caballero Sth?

Días atrás, el caballero Sth había violado el protocolo del reino amarillo. La lealtad, que era cosa trascencedental dentro de la especie, estaba en juego. Osó en colocar sus deseos carnales sobre las causas comunes por las cuales se había conformado la alianza entre los reinos de los lobos del este y los aliados de la tierra verde.

- Si, sé lo que es mejor para el reino y no lo haré, no los dejaré- respondí
- ¿No te importa nada de lo qué él ha hecho por ti?
- Si, lo quiero. Es lo más transparente que he tocado. Son los ojos más iluminados y sinceros que he visto, me ahogo en esa mirada que me acoge con tanto amor...pero...no...Esa mirada me retiene pero...
- ¿Te quedarás con él?
- No, no puedo

Me sujeto de una manera tan hóstil que caí sobre la cama, posó su terrible corpulencia presionando mi ligereza, su sombría faz me agitaba y me sometía sin que yo pudiése objetar. Con su poder sobre mí, me gritó:

- Si no sabes lo que quieres, déjalo! Aléjate de él! No lo lastimes.

Asentí erróneamente. Quedé desierta. Agobiada. Esa misma noche tuve que salir de la ciudad.

Llegué a Esparta, emblemática. Ya me esperaba el guerrero atenense. Fue sencillo explicarle la situación. Enseguida me refugió e internó en la parte este de las montañas cercanas a Atenas. Me mostró la forma en la que podría salir para no ser descubierta. Tengo miedo, no sé cuánto dure el exilio, si debo regresar o alejarme definitivamente de estas tierras.

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