martes, octubre 27, 2009

La belleza y su don aterrador

Últimamente me han atormentado sueños bellos. ¿Qué extraña paradoja?, ¿Cómo la belleza puede ser aterradora?

La última vez que soñé que uno de mis dientes estaba fuera de su lugar, horas más tarde me encontraba ante un miedo más temible que el de la carencia estética de un molar. Hace unos días ocurrió que uno de los dientes frontales caía, era bastante incómodo y a ello precedieron días peores, repletos de dolor muscular y una extraña cefalea migrañosa -lejana a la sintomatología común-.

El 16 de octubre estaba en una carretera, sucedía una accidente de auto convertida en carambola. Salía con un terrible dolor en la columna vertebral, como pude caminé hacia una reja, entré a un lugar tenebroso, lleno de sombras. Me escondí porque no sentía protección en aquel lugar, ví como mataban a un hombre de manera violenta terminaron con su vida; permanecí en un rincón para no ser atacada. No entendí por qué mataban al hombre, tampoco por qué en ese lugar que se veía como un hogar perseguían al sujeto. Era un terreno bajo suelo, sostenido en frente por una reja y una puerta de alambre. Así ni ayuda, ni consuelo, desperté temiendo los autobuses y aquel sitio subterráneo.

Y estos tres últimos días han sido escenas llenas de color, matizadas bajo el gris del cielo, colores intensos, contrastantes, donde las formas parecen irreales, con los cuales la púpila se deleita incrédula y sospecha falsedad en el escenario. Aún así, tomé un carrito en forma de dragón e hicé un recorrido sobre el mar maravillándome con el castillo sobre las aguas de la isla; incrementó la velocidad, temí y enseguida me llené de angustia por percibir la falta de control en el camino cuando comenzó a fallar el tren.

Más adelante el escenario, tres sillones color durazno y mamey, y un gran ventanal desde el cual se apreciaba el bullicio de la calle. La ventana se encuentra protegida con hererría en color negro. Mientras observo por la ventana contigua, la de mi cuarto, un sujeto canoso y otro joven de piel muy blanca pelean, no sé por qué discuten, la gente pasa y se instala, cada vez hay más gente. Regreso al ventanal principal para observar con mejor presición; el sujeto canoso alcanza al blanco y le asesta un fuerte golpe -al parecer sin razón-, él trae una enorme cámara en el pecho. De nuevo llega alguien a quien trataba con autoridad, el afectado entra a la casa y permanece sentado a petición del dueño del hogar.


Han sido días densos, artificiales en los colores; dispersos en las formas; nítidos en temor.

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