jueves, octubre 15, 2009

Del transporte


Tengo muchas manías y una de ellas con un origen incomprensible, y hasta cierto punto, bobo. No me siento a gusto cuando mis pies no controlan mi andar, ¡qué tonto suena al escribirlo!
No sé manejar, puedo aprender, pero no me siento segura cuando mis pies no tocan la superficie terrestre -necestaría un auto como el de los picapiedra-. Tampoco sé nadar, le temo a esa sensación de semiflote, y, al agua en su versión marítima. Por ello, me he hecho andariega, disfruto de dar largos recorridos, de observar las calles, sus nombres y colonias, sus complejos comerciales y habitacionales, de mirar al suelo por si me encuentro algo y mirar al cielo por si me ocurre fantasear.

Por otra parte, me desespera y abisma la cantidad de personas que hay en la ciudad de México, donde el correr ditancia en autómovil es enfrascarte en un estacionamiento con un andar constante de 40km por hora en las llamadas 'horas pico'; donde el andar citadino es un conglomerado de estrés, presión, 'prisa', donde el peatón es desdeñado en las vialidades -es el que juega el papel más arriesgado- puesto que todo está diseñado para los automotores (desde la sincronizacion de semáforos, puentes -incluso los peatonales son creados 'para que no los atropellen' y no para que puedan cruzar porque es un sitio ideal de convergencia-, etc, etc.

En fin, es loable lo que se hace en materia de transporte público pero ello también requiere de un reconocimiento al peatón, una cultura cívica de respeto en las calles y a bordo del transporte público; para que el diseño de la ciudad que se plantea respecto a vialidades y transportes fructifique en reducción de tiempos de traslado, eficiencia en el servicio y armonía.

De otra forma la voracidad de los autos particulares donde un sólo ocupante se transporta será incontrolable, el individualismo y la falta de consideración hacia el otro es uno de los problemas génesis de muchos fenómenos. No diré que compartamos el auto pero seamos más conscientes, y respetemos a aquellos petones y ciclistas kamikazes -como yo- que se embarcan a diaro a recorrer las calles de la ciudad.


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