martes, agosto 11, 2009

Con las sobras de chantilly en las tazas de café

Aquel, nuestro único recorrido nocturno, la forma en que me sentí protegida, tu mirada pendiente de mi llegada, y aquel color grisáceo de tu chamarra contrastado con tu rostro y los lentes de pasta...todo me enterneció e impulso a dejar el miedo tonto de quedarme. Así, un par de minutos, un par de bebidas de grano, unas palabras, la música que disfruto para relajarme, los pequeños cuadros y el color marrón acogedor típico de cafetería, me empujaban aún más con su risa burlona.


Mientras todo el escenario me parecía ideal, una señal, una reafirmación constante con ansia de asirme a tus brazos; tu actitud defensiva y tu mirada evasiva me mantenían en la misma postura fría y frenética de la cual teóricamente días atrás había decidido despojarme.


- Siempre voy a estar. Siempre. Siempre para ti!- me decías esa tarde antes de partir, con aquella mirada desesperada y hambrienta, con esa peculiar comunicación corporal y el tacto torpe e inquieto, que bien conozco.
- Hablamos de esto el viernes, ¿si?-

No resistí aquel disfraz, lo abracé y quise decirle muchas cosas, pero sólo salió un torpe y tímido -sí, nos vemos el viernes.-

- No nos podemos dejar, ves...-



***



Y ahora, aquí estamos, en Macondo, observando ociosamente el fondo de la taza de café y aspirando las sobras de chantilly. No podía concebir frente a mi a una persona tan diferente ¿Dónde había quedado aquel ser que con esa torpeza motriz e ímpetu me llenaba con su mirada ávida, con ese cariño desnudo? Ahora parecía convivir con un disfraz, un reflejo de mí hace tiempo, y ese reflejo me hororizó. Verse en el espejo y notar que aquello que se ve es, duele, y me afligí.


Aquí, la música repetida en los televisores, el tiempo corriendo hacia el dificil momento de la despedida, las palabras a cuentagotas, a tirabuzón, tan pesadas lapidando al corazón y despertando a la mente y sus disfraces egolatras.


- Me voy a lamentar- murmuró

Con ese disfraz bien puesto, aquel que me permite decir tonterías extirpadas de emotividad, reafirmé:


- Si eso sucede, acuérdate lo odiosa que era y el porqué estamos aquí.-


Minutos más tarde, salimos. Como cada vez que me baña el miedo y fluyen las ganas de correr, quise salir huyendo a cualquier lugar y jamás llegar a casa. No sucedió. Y la impulsividad, ese cotilleo hormoneuronal me lo tragué. Tengo miedo, grité.


- Ya fue-
- ...¿Por qué regresas? -


Y ví esa mirada de hartazgo, de no ceder pese a querer, de ese ligero escozor que causa el sentir depositada la vida del otro y no saber siquiera que hacer con la propia. De lo que he huído tantas veces, era ahora yo terreno. Con esas palabras se aplastó mi voluntad de cambiar y de revolucionar los sistemas de riego, siembra y cosecha, ha sido lo que los temporales marcan y nada puedo hacer.

En fin...¿Por qué regresas?

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