Recibí un par de sorpresas para comenzar el día. Una llamada, una voz lejana muy conocida. Habían pasado ya 18 meses desde la última vez que nos vimos. Justo antes de emprender el viaje al viejo continente. Esa ocasión apenas hubo tiempo de decirnos lo superficial, fue bueno, fue agradable la sorpresa que tocó a mi puerta con la primigenia inocencia de encontrarme aquella mañana.
Ese ser me recuerda mis raíces, nos conocimos a la edad de 5 y 6 años, respectivamente. Unos ojos llenos de vitalidad e inocencia, de un amor incondicional, de niños, alimentado de detalles que enternecen, del descubrimiento paulatino del mundo de los adultos, de las sonrisas y paletas compartidas al atardecer, de las atrapadas y escondidas, de las apuestas y promesas leales, de la palabra sin retórica y las acciones cómplices...Qué tiempos aquellos!
Aunque esos momentos con el paso del tiempo y el agriar propio de la uva madurada en barrica dió otro sabor, menos satisfactorio del prometedor. En fin, el caballero de agua se desvaneció cual escurridizo renacuajo al tocar tierra.
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Hace un año conocí vía virtual a un par de personas que con anterioridad habían surcado mis territorios sin advertir mi presencia en su mirada. El primero, el pasto verdoso, intrigante en invierno, ya habíamos intercambiado palabras triviales de extraños un atardecer en la Facultad. En cuanto al vino italiano, llegó en la misma fecha, con su pasión y peculiar conserva de matices dulces y nervios visibles.
Y justo cuando el calendario marca la fecha dada coincidimos bajo el mismo parámetro trivial de la ocasión anterior. Algunas palabras traspapeladas.
Por su parte, el vino italiano perdonó a esta sommelier por aquella temporada de lluvia y de tierra agreste del verano anterior. ¿Qué es eso que hace que dos personas se encuentren de nuevo como desconocidos bajo los mismos tiempos y formas circunstanciales como si fuése un inicio? ¿Qué especie de capricho es ese? Uhm, no lo sé con certeza pero me agrada saber que está de vuelta. No esperaba su regreso después de la forma en que salió el corcho. Debo decir también, que su sabor y bouquet propio del proceso de barrica de roble francés le da un especial toque...un poco ácido pero con un poco más de disolución dulce quedará excelso.
Uno de las conversaciones de sommelier fue acerca de la diferencia de sabor que produce una cosecha 5 años arriba y 5 años abajo de la medida. Interesante. Notando que nunca antes me había sentido atraída por una vid tan prematura ni por una vid ya conocida con su ahora tangible madurez.
Veremos que nos deparan los viñedos. Mientras tanto se acerca la temporada de fresas y eso me emociona. Ya no me preocupa tanto el ursus arctus horribilis ni el canis lupus signatus que pudiera regresar a este terreno fértil.
Como ya te lo había dicho alguna vez, es todo un placer leerte...
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