Aquel, nuestro único recorrido nocturno, la forma en que me sentí protegida, tu mirada pendiente de mi llegada, y aquel color grisáceo de tu chamarra contrastado con tu rostro y los lentes de pasta...todo me enterneció e impulso a dejar el miedo tonto de quedarme. Así, un par de minutos, un par de bebidas de grano, unas palabras, la música que disfruto para relajarme, los pequeños cuadros y el color marrón acogedor típico de cafetería, me empujaban aún más con su risa burlona.
Mientras todo el escenario me parecía ideal, una señal, una reafirmación constante con ansia de asirme a tus brazos; tu actitud defensiva y tu mirada evasiva me mantenían en la misma postura fría y frenética de la cual teóricamente días atrás había decidido despojarme.
- Siempre voy a estar. Siempre. Siempre para ti!- me decías esa tarde antes de partir, con aquella mirada desesperada y hambrienta, con esa peculiar comunicación corporal y el tacto torpe e inquieto, que bien conozco.
- Hablamos de esto el viernes, ¿si?-
No resistí aquel disfraz, lo abracé y quise decirle muchas cosas, pero sólo salió un torpe y tímido -sí, nos vemos el viernes.-
- No nos podemos dejar, ves...-
***
Y ahora, aquí estamos, en Macondo, observando ociosamente el fondo de la taza de café y aspirando las sobras de chantilly. No podía concebir frente a mi a una persona tan diferente ¿Dónde había quedado aquel ser que con esa torpeza motriz e ímpetu me llenaba con su mirada ávida, con ese cariño desnudo? Ahora parecía convivir con un disfraz, un reflejo de mí hace tiempo, y ese reflejo me hororizó. Verse en el espejo y notar que aquello que se ve es, duele, y me afligí.
Aquí, la música repetida en los televisores, el tiempo corriendo hacia el dificil momento de la despedida, las palabras a cuentagotas, a tirabuzón, tan pesadas lapidando al corazón y despertando a la mente y sus disfraces egolatras.
- Me voy a lamentar- murmuró
Con ese disfraz bien puesto, aquel que me permite decir tonterías extirpadas de emotividad, reafirmé:
- Si eso sucede, acuérdate lo odiosa que era y el porqué estamos aquí.-
Minutos más tarde, salimos. Como cada vez que me baña el miedo y fluyen las ganas de correr, quise salir huyendo a cualquier lugar y jamás llegar a casa. No sucedió. Y la impulsividad, ese cotilleo hormoneuronal me lo tragué. Tengo miedo, grité.
- Ya fue-
- ...¿Por qué regresas? -
Y ví esa mirada de hartazgo, de no ceder pese a querer, de ese ligero escozor que causa el sentir depositada la vida del otro y no saber siquiera que hacer con la propia. De lo que he huído tantas veces, era ahora yo terreno. Con esas palabras se aplastó mi voluntad de cambiar y de revolucionar los sistemas de riego, siembra y cosecha, ha sido lo que los temporales marcan y nada puedo hacer.
En fin...¿Por qué regresas?